Las enseñanzas de la tierra

DURANTE MUCHOS AÑOS, HUBO UN CARTEL -Y NO MUCHO MÁS QUE UN CARTEL- QUE DECÍA GRANJA ECOLÓGICA, EN UN PREDIO DE UNA HECTÁREA EN SAN FRANCISCO DE BELLOCQ. DESDE HACE SEIS MESES, FEDERICO BARROSO LELOUCHE Y LAURA PARRAQUINI ESTÁN EMPEZANDO A PROMOVER UN CAMBIO, COMO PARTE DE UN PROYECTO CUYA PLANIFICACIÓN SE EXTIENDE A UN PERÍODO DE CINCO AÑOS (FOTOS GERMÁN RUSSI)

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Por Alejandro Vis

El jueves hubo asistencia perfecta. Los trece alumnos de sexto año de la Escuela 22 de San Francisco de Bellocq llegaron con entusiasmo a la granja ecológica, junto a la docente María Elena Zwaal. En el predio de una hectárea, que pertenece a la Asociación de Fomento, el césped parecía más verde bajo el sol de una mañana muy agradable.
Los chicos fueron recibidos por Federico Barroso Lelouche y Laura Parraquini, quienes desde hace seis meses viven en una de las dos casas ubicadas en el lugar y llevan adelante un proyecto que tiene una planificación que abarca cinco años. Hay, por supuesto, un sector destinado a la huerta, almácigos y se observan espacios que podrían permitir la incorporación de otras prácticas.

Son tresarroyenses y llegaron luego de residir durante doce años en la ciudad de Buenos Aires. Ella es terapista ocupacional, narradora de cuentos, autora, productora de cine, realizadora audiovisual; él es actor, agricultor natural, permacultor. Eligieron a la localidad y mientras dan los primeros pasos, describen con alegría la respuesta que reciben entre los chicos y adolescentes. También hablan de los desafíos que se presentan para 2014.

Lazos
Las bolitas de arcilla, con semillas en su interior, fueron arrojadas por los chicos e hicieron una curva en el aire hasta caer sobre la tierra. Las prepararon con sus manos, sentados debajo de la generosa sombra de un árbol. El método se denomina Nendo Dango y fue creado por el agricultor, biólogo y filósofo japonés Masanobu Fukuoka (1913-2008). Federico y Laura tuvieron la posibilidad de aprender este sistema con el griego Panos Manikis, discípulo de Fukuoka.

«El aprendizaje es a partir de la experiencia. Es muy bueno porque se concreta en un entorno diferente al aula. Todo el contenido se ve a partir de la realización de una huerta y distintos modos de cultivos», destaca Federico sobre las clases en la granja de la materia Ciencias Naturales.

Ecología, salud y arte son algunas de las áreas que incluye el proyecto comunitario. Consideran clave «que la gente del pueblo pueda involucrarse». La mayoría de las actividades se concretan en la biblioteca pública, como es el caso de los talleres de cultura, de escritura colectiva y de cine para niños y adolescentes. «La idea de salir es generar los cimientos necesarios para poder después trabajar en la granja», explica Federico.

En la entrada, un cartel le da nombre a un espacio que -recuerda Laura- «forma parte de San Francisco de Bellocq desde hace diez años», pero no funcionaba como granja ecológica. Por esta razón, aspiran a que «la gente se acerque y se apropie del lugar» para darle un contenido, más allá de carteles o rótulos preestablecidos.

En bicicleta, pedaleando, se sumaron a la escena cotidiana de San Francisco de Bellocq. «Primero éramos los de la campanita en la bicicleta -señala Federico-. Ahora nos van identificando y conociendo, se van generando lazos».

Motivaciones
La finalidad que buscan cumplir excede en mucho al desarrollo de un predio con un perfil ecológico. «Nos interesa trabajar las motivaciones de las personas», subrayan.
Promueven una perspectiva colectiva, la organización e integración en grupos cuyos integrantes «se puedan escuchar, crecer intelectualmente, espiritualmente».

Sonríen cuando hacen referencia a los niños y dicen que son «los primeros que se acercan, los más curiosos, no tienen prejuicios. Están con la motivación a flor de piel. Son quienes nos abrieron la puerta de sus hogares, los padres nos conocen a partir de ellos».

Justamente los niños y adolescentes participaron en un taller de cine en el que «llevaron adelante todo el proceso desde la aparición de la idea, el guión, la preproducción, la producción y después la edición de esos cortos, que publicaron en las redes sociales. Tuvieron la posibilidad de proyectar, comprometerse y responsabilizarse».

Federico se detiene en un detalle no menor. «Para llegar a eso primero teníamos que lograr la constancia de que es todos los martes a las 10 de la mañana. No algunos, todos -subraya-. Tenés que venir y traer lapicera y papel para anotar, ese trabajo insistiendo sin que decaiga es sumamente necesario y cuando se llega al resultado el efecto es muy fuerte».

Los asistentes del taller lo hicieron, de principio a fin. Se valoraron y se sintieron valorados. «Los adultos dijeron ‘¡que bueno lo que lograron los adolescentes!’. Los mismos que muchos tildan como vagos. Toda esa rueda generó que desde la escuela primaria les pidan, a través nuestro, si podían componer un video para el acto de fin de año de los egresados. Ahora están trabajando en la realización de un corto documental sobre ese tema, tienen un guión, una idea, entrevistas; es necesario dedicarle más tiempo y lo hacen con gusto».

Para Laura, es muy positivo que se sientan acompañados y que «saquen lo que
tienen para dar. Hay un discurso medio hecho, decimos los adolescentes son
así, como que no tienen ganas y están todo el día tirados. En realidad, si uno les ayuda a despertar esas luces que tienen está buenísimo como se involucran».

En este sentido, surge otro ejemplo. La biblioteca se encuentra celebrando su 20ª aniversario y promovió la realización en forma colectiva de un mural. Explica que «participaron todos los adolescentes de la escuela secundaria, era una actividad para ellos. Quedó un mural hermoso después de tres días de un trabajo bastante intensivo. A partir de eso, se resignifica un valor, el pueblo los mira de otra manera».

El regreso
No se publicó un aviso clasificado solicitando encargados para la granja ecológica. Nadie los llamó. Por propia inquietud, presentaron un proyecto; «lo trabajamos en conjunto con la Asociación de Fomento. Tenían una idea determinada y nosotros otra, durante aproximadamente dos años tuvimos un ida y vuelta, reuniones para generar confianza», recuerda Laura.

Les resultó atractiva «una comunidad más pequeña, donde uno pueda contribuir en formar la sociedad que quiere ver si se compromete. San Francisco de Bellocq había manifestado interés hacia lo ecológico a partir de su planta de tratamiento de residuos, la granja, dijimos tal vez sea el espacio indicado por nuestras motivaciones».

Dejan en claro que no se creen iniciadores o fundadores de un camino, debido a que «hay muchas personas en San Francisco de Bellocq que trabajan también para generar un trato igualitario, un autoestima».

Utilizando una figura futbolera, Federico puntualiza que «nos dijeron estamos como en el arco atajando a los vecinos para que no se vayan y no tenemos tiempo. Nosotros no llegamos al arco, fuimos a pensar jugadas porque tenemos respaldo municipal, provincial, de la Asociación de Fomento y así se van sumando. El año que viene quizás podríamos contar con la Nación, alguna Organización No Gubernamental y otros para seguir en esto de pensar jugadas, para no tener que estar siempre atajando penales».

Tampoco consideran determinante pensar sólo en la cantidad de habitantes. «Es bueno tener la perspectiva de decir la localidad pasó el período de 1976 a 2001, la caída del tren, el problema de la cárcel (en referencia a un proyecto que provocó divisiones en la localidad). Ya está, el pueblo va a seguir vivo, el tema es aumentar ahora la calidad de vida», reflexiona.

Laura agrega que «nosotros somos esos otros de los que muchas veces hablamos, somos parte de la comunidad. Las mejoras nos incluyen. Pensamos en la importancia de que cada uno elija lo que le gusta hacer como modo de vida, que nada venga impuesto desde ningún lado».

Llegaron con la experiencia que les brindan las prácticas audiovisuales -Federico forma parte del grupo Humus- y el haber llevado ante muchos niños el espectáculo-taller de narración oral Cuentos en las Orejas, que presentaron en la Feria Internacional del Libro, entre otras iniciativas. Federico indica que «queremos colaborar desde nuestras experiencias, con lo que podamos aportar. En el caso de los chicos, generar un buen trato entre pares aunque sean de otro género, de otra creencia, de otro poder adquisitivo. Un trato igualitario, un nivel de escucha, de imaginación y proyección».

Los cimientos
Observan que la autoestima es central y le otorgan relevancia a su fortalecimiento a través de los talleres. «Con formación tenés trabajo en San Francisco de Bellocq y se pueden crear empleos, en este caso comunitarios -sostiene Federico-. Es mejor que podamos producir el espectáculo para ir a narrar al jardín, la verdura para comer en el comedor; es la intención, generar seres autónomos y por ende libres. No depender de una ayuda nacional únicamente». Admite, no obstante, que «muchas localidades de no haber contado en 2001 y años antes con la presencia del Estado, hubiesen desaparecido. Hoy la realidad es diferente, la gente tiene trabajo y nos planteamos qué más podemos hacer para mejorar la calidad de vida, siempre buscando diversificar la alimentación para tener un cuerpo, mente y alma sanos».

No invalidan la tarea de técnicos comunitarios que viajan a los pueblos, pero expresan que es muy favorable vivir en el lugar. «Se puede crecer mucho más si uno está presente. Estos primeros seis meses nos permiten diagnosticar y hacer ajustes para una replanificación», afirman.

El proyecto está abierto a la participación de grupos o vecinos que se acerquen. Se encuentran construyendo los cimientos y necesitan «personas con buena voluntad, compromiso, perseverancia. El conocimiento se aprende y el financiamiento se consigue».

Muestran gratitud y satisfacción cuando comentan que «la comunidad nos ha recibido muy bien» y asumen para el año próximo el desafío de «sumar a la gente grande. La localidad tiene siete instituciones que funcionan y posee 567 habitantes, según el censo de este año que nos incluye. Los vecinos participan».

Se basan en los principios de la permacultura, la agricultura natural, el trabajo cooperativo y colectivo, la salud preventiva, «que mi alimento sea la prevención de las enfermedades». Agradecen poder compartir en Bellocq lo que aprendieron y especialmente hacerlo con chicos que dentro de diez años, cuando sean adultos y en algunos casos estén trabajando en el campo, van a recordar lo que hacían en la granja. Saben que la tierra te enseña mucho y lo transmiten con las manos llenas de barro, mientras preparan las bolitas con semillas aplicando la técnica del maestro japonés.

Fuente original artículo: http://www.lavozdelpueblo.com.ar/nota.php?id=12991

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